lunes, 3 de septiembre de 2007

Jurgen Richtoffen - por Pablo Cedron


Por las fotos que pude ver (una sola en realidad, la otra es borrosa) no tiene el aspecto físico del alemán promedio, se diría mas bien un italiano del sur o quizás un abisinio; cabello ensortijado, cutis oliváceo, un cogote como una pila de platos hondos y una expresión en el rostro que me hace pensar en un individuo de muy baja presión arterial que en el curso de una jornada de calor se ha masturbado al menos dos veces.

Así define el autor a Jurgen Richtoffen, director de Jamel, teatro sin animales, músico, soldado, entrenador de perros, estudiante de bellas artes y director de teatro, quién afirma que recién ahora y al cabo de toda una vida de tenaz empeño se ha convertido en aquello que siempre soñó: Nada. “No es posible, sin incurrir en mendacidad, resumir la vida de un ser en unas cuantas fechas, vagos estudios en instituciones que no se diferencian unas de otras (instituciones donde también pudieron haberse laureado policías y ortopedistas) y la infaltable anécdota, casi siempre falsa, de aquella inolvidable jornada en que el homenajeado descubrió su profunda vocación artística. Pamplinas! – dice ese hombre que parece reacio a ceñirse a toda pauta preestablecida.

Tanto en Dusseldorf como en Berlín y básicamente en Hanover tomó cursos y siguió la carrera de director teatral y director de actores hasta que se le concedió su primera obra: Rauchen Verboten a la que inmediatamente le siguieron varias mas sin olvidar su participación como director de actores en películas como Fizcarraldo (1979) y Gott Mit Uns (1988).

En una reciente entrevista informal concedida a un conocido matutino Berlinés este amigo íntimo de Bruno Ganz dijo al entrevistador: “cuando la vieja, viejísima Alemania me dejó huérfano de propuestas decentes me decidí a cambiar una chatura por otra y partí para Francia donde también existe, aunque de un modo menos vital que en Alemania, una incoercible tendencia la manierismo modernista como mecanismo o peaje con el que (estérilmente) se procura salir del academicismo decadente.

¿Donde está la verdad y donde el mito en el extenso anecdotario de este hombre controvertido que no parece guardar respeto alguno por las instituciones culturales contemporáneas? ¿ es verdad que en la adolescencia un movimiento de supremacía blanca lo tuvo entre sus filas como activo militante hasta que, desencantado, dejó de participar el día en que descubrió que él era el mas blanco de sus camaradas?

Los mitos ya existen en el interior de los hombres, el terreno está siempre abonado y cuidado para que el mito se instale dentro como en un trono – dice con su acento bávaro repantigándose en la silla del bar agrega: Jamel colmo largamente mis expectativas profesionales (pongas profesionales entre comillas) (sic) en el preciso momento en que me hallaba extraviado en los divertículos de mi propio Jamel. Debo admitir que si bien mi contacto primordial con el espectáculo parte de un suspenso hipotético malsano y torvo cuya justificación elijo ahorrarle al espectador, el teatro para mi no es si no un impulso de venganza contra el abuso y la deshonestidad. De la Argentina no se absolutamente nada, ni el idioma que hablan, ni su emplazamiento geográfico, no vi jamás al autor ni a los actores y espero sinceramente no conocerlos jamás por cuanto esta nómina o listado de cosas que ignoro constituye la sagrada materia de la que se nutre mi modo expresivo para llegar, sin ambages, rodeos ni mentiras a la verdad mas cristalina y pura a la que se puede aspirar. Desconocer para interiorizarse, ignorar para saber y no mirar directamente una cosa para poder verla.

Doy con esto por terminada esta charla y agregaré que sin duda Jamel hablará mucho mas elocuentemente que yo.

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